Es uno de esos tebeos que cualquier aficionado ya debería haber leído… O no. ‘Civil War‘, el evento Marvel publicado entre 2006 y 2007 supuso un antes y un después para los personajes de La Casa de las Ideas. Una puesta al día que, por otra parte, la editorial acomete con cierta regularidad (ahí están las nuevas Secret Wars) y que por tanto ya nada tiene de sorpresivo, ni ahora ni hace una década. El próximo estreno en cines de ‘Capitán América: Civil War‘, así como la reedición en tomo del cómic a cargo de Panini y el anuncio de una nueva Civil War en verano de 2016, traen de nuevo a la actualidad la historia firmada por Mark Millar y Steve McNiven.

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Como es habitual, la trama de Civil War se desarrolló en las distintas cabeceras de Marvel (con especial significación en la del Capitán América), pero tuvo una serie principal a cargo de Millar a los guiones y Steve McNiven a los lápices. El argumento de este ‘crossover’ forma ya parte de la cultura popular. La explosión causada por un grupo de superhéroes de segunda fila mientras rodaban un ‘reality show’ provoca la muerte de más de 600 personas en una tranquila ciudad residencial. La catástrofe genera una fuerte corriente de opinión en contra de los tipos con mallas. Ante la tesitura, el gobierno de Estados Unidos se prepara para promulgar el ‘Acta de Registro de Superhumanos’, una ley que obligará a los superhéroes a revelar sus identidades, entrenarse bajo supervisión gubernamental y prestar servicio como si de funcionarios se trataran. Los héroes Marvel se dividen en dos bandos: los que aceptan someterse a la nueva legislación, encabezados por Iron Man, y los que se revelan contra ella, comandados por el Capitán América.

‘Civil War’: Un tratado fallido de ética y política

‘Civil War’ tiene un punto de partida apasionante, propio de un tratado de ética y alta política. ¿Quién tiene la razón? ¿Los que apuestan por someterse al imperio de la ley o aquellos que anteponen sus derechos individuales? ¿Es la renuncia de libertades el mal menor que hay que aceptar para garantizar una mayor seguridad? ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar cada bando para lograr sus fines (Maquiavelo no pasa de moda)? Todas estas cuestiones, y muchas otras, quedan planteadas a lo largo de las páginas de la obra, y sin embargo… Lo hacen de una manera bastante superficial, como si la esencia de lo que planteó ‘Watchmen‘ se hubiera diluido aquí en litros y litros de inofensiva agua sin gas.

‘Civil War’ parece lanzarnos un claro mensaje de posmodernidad: estamos ante un mundo más complejo que nunca, pero tampoco hay que romperse los cascos demasiado, no vaya a ser que el lector ‘mainstream’ se nos asuste. Así que cualquier divagación filosófica puede resolverse en tres viñetas, y una de ellas a ser posible bien repleta de tortas y testosterona. De eso sí que no anda falto el tebeo, pues Steve McNiven ofrece un espectacular dibujo. La conclusión del cómic, en la que el enfrentamiento ideológico queda neutralizado por lo que parece (pero no sabemos si es) el sentir mayoritario del pueblo, no hace sino reforzar la imagen de ‘Civil War’ como reflejo de los tiempos líquidos que nos han tocado vivir.